Despertarse en el Algarve, concretamente en Sagres, es despertarse en el llamado "fin del mundo", pero, para mí, es despertarse en el "centro del mundo, despertarse en casa”. A pesar de tener un alma errante y estar siempre en busca de la próxima aventura, despertar en casa es algo que me proporciona una sensación de calma y tranquilidad insuperable. No me siento así en ningún otro sitio. Me siento alineada con todo lo que me rodea, la naturaleza, la gente, el ritmo de este pueblo.
A veces significa ir en pijama para ver el océano sin preocuparme por nada, a veces significa saludar a toda la gente que veo por la calle a las 8 de la mañana. Mirar los mismos acantilados todas las mañanas y seguir impresionada por su grandeza y su belleza en bruto. Es alegrarme de los días en que no hay viento. El Algarve es un lugar especial, ningún algarvío lo pone en duda.
Es a la vez playa y campo, es tradición y es una mezcla de cultura con una importante influencia extranjera. El aire marino, el olor a jaras y el blanco rosado de los almendros en flor, las casas blancas con sus ventanas pintadas de azul. Todo el mundo sabe hablar inglés y los menús de los restaurantes están escritos en al menos 3 idiomas. Es como una incesante contradicción que convive en perfecta armonía. Dulce y salado, en la dosis perfecta para hacernos adictos.
Quienes nos visitan lo sienten, como muchos de los que llegan al "final" de Portugal sienten una atracción que no les deja marcharse. Es lo que les ocurrió a mis padres hace 35 años, cuando decidieron dejar de viajar por el mundo y compraron tierras en la aldea de Pedralva. Su decisión resultó ser el momento que marcó todo mi futuro. Podría haber nacido en Alemania, ¿y quién sería hoy? No habría sido bodyboarder profesional, eso seguro. No habría pasado mis días en la mejor oficina del mundo, la playa. Siento que me ha tocado la lotería del destino.
Despertarse en el Algarve es despertarse con una rutina sin rutina, todos los días son iguales, pero ninguno es igual al anterior. Cualquiera que tenga trato con el océano sabe que no tiene rutina, cambia constantemente. Para encontrar la mejor ola, tenemos que ser tan flexibles y espontáneos como el propio mar. Tenemos que ser pacientes y esperar, tenemos que ser resilientes y no abandonar la búsqueda. A veces tenemos que aceptar el hecho de que somos demasiado pequeños para afrontarlo. Pero de vez en cuando, existen esos días en los que todas las condiciones se alinean a la perfección, y el océano nos recompensa con olas de ensueño. Esos días en los que nada es más importante que estar allí, días de pura felicidad, ¡esa felicidad infantil! La esperanza de encontrar esos días es lo que nos hace siempre despertar hacia una búsqueda incansable.
Despertarse en el Algarve es estar acostumbrado a oír "qué suerte tenéis", "aquí siempre hace sol y calor" (aunque todos sepamos que no siempre es así). ¡Te tiene que encantar! No cambiaría esta vida por nada, no cambiaría el lugar donde me despierto por nada. ¿Nos vemos mañana por la mañana en la playa?
¿Le ha gustado lo que acaba de leer? Encuentre y descubra aquí algunas historias más.